GP NACIONAL [G1]

08.11.2015

HI HAPPY, PASTA DE CRACK

Ante una multitud, en Palermo, Altair Domingos se lució y llevó al hijo de Pure Prize del stud La Providencia a la cima, quebrando en el filo del disco al notable Old Bunch, puntero desde que se abrieron las gateras

Fue un Nacional de cracks, el de ayer. De un caballo, Hi Happy, que lo es por la fuerza de los hechos: su invicto, el salto del césped a la arena, la exigencia nueva de los 2500 metros -un detalle común a los catorce potrillos que salieron a la pista- y las agallas para no darse por vencido y alcanzar un triunfo increíble, espectacular.

El otro crack es Altair Domingos. Ya no sabe qué hacer para que la opinión unánime lo ubique como el número uno de la fustas. Ahora fue prudente para respetar aquello del cambio de pista y de distancia, en la primera mitad de la carrera, y un remolino en la segunda, dos aspas sus brazos para pedirle a Hi Happy lo que sabía que el caballo podía darle. Juntos, dos torbellinos para alcanzar Old Bunch, que no pudo consagrar su extraordinaria actuación por un pescuezo. Medio metro. Nada y todo.

Domingos es argentino por su lugar de nacimiento (Bernardo de Irigoyen, Misiones) pero brasileño por haber transcurrido sólo siete meses allí. De aquellas raíces quedaba poco cuando deslumbró en Cidade Jardim, el hipódromo de San Pablo. Aquí se lo conoció gracias a los torneos Fustas de América, pero desde 2009 se radicó en Palermo, para correr a la caballeriza brasileña Springfield, cuyo entrenador era el uruguayo Antonio Marsiglia.

Ayer, el abrazo de los dos, a las puertas del comisariato, conmovió. Marsiglia es el cuidador de Old Bunch. No le importaba demasiado al jockey demorar el viaje a la conferencia de prensa. Contó Antonio: «Con Altair tenemos una amistad; supo correr a Old Bunch y lo tuvo que dejar. Me acaban de llamar de Montevideo; escucharon por radio a Altair, que felicitaba «a Antonio Marsiglia por el caballo que tiene y cómo lo preparó», y se lo agradecí. Es un caballero y un gran jockey; con otro jinete, su potrillo no habría ganado».

El jockey venía de recibir otros abrazos, anónimos, de la gente que desafiaba la barrera que separa al Paddock de la zona de premiación. Parecía un piloto de Fórmula 1 o de Moto GP saltando a los brazos de su equipo, luego de una victoria.

«En los 300 no veía que llegara, en los 200 tampoco, pero en los 100 y en los 50 sentí que podía. El caballo corre mucho, siempre da un poquito más», explicó el piloto sobre la definición que dejó sin aliento a 40.000 personas. «En el pasto su golpe de velocidad es más fuerte, pero esta vez hay que ver que el caballo que venía adelante corría, no se paraba, es bueno también».

Juan José Paulé es el agente de Altair. Dejó de correr el día en que un caballo que montaba en un ensayo se pisó una venda y rodó. Era de los jockeys seguros, de los buenos. Difícil que se mandara una macana grande. Estuvo a un hocico en un Nacional, con Oh Campeón. «Ganó una de esas carreras que uno siempre quiere ganar. El puntero no aflojaba y Hi Happy tuvo el envión que le dio Altair»

Se le pregunta sobre dónde marca la diferencia el brasileño. «En un final así, en el rigor. Esa fuerza vale mucho y la confianza. Está corriendo muy bien, diagrama bien las carreras, es muy profesional».

A Old Bunch, lo corrió Eduardo Ortega Pavón, un paraguayo de 30 años que llegó hace siete a nuestro medio. «Mala suerte», resume. Sentado a una mesa en la sala de jockeys, lo acompaña su hija, Luana, de 5 años. «El caballo corrió perfecto; sólo que en los 1200 lo tuve que mover porque se vino la yegua [Doña Joya] y como el mío es puntero, no podía dejar que me pase. Creo que eso me hizo perder, porque tuve que apurar, obligado. El favorito [Hi Happy] ya venía estirado, pero me pasó. El mío cambió de mano faltando 50 metros; ahí se cansó un poquito».

Por más que estuvo a un paso del gran triunfo, Ortega asegura que éste es su mejor año. «Gané la Copa de Oro y otros Grupo 1. Tenía cuatro potrillos para correr el Nacional, por suerte elegí el mejor -sonríe-; es la segunda vez que lo corro». Apenas cruzado el disco, le había estirado el brazo para felicitar a Domingos. «Al margen de esto somos amigos. Los dos merecíamos ganar. Es el número uno, yo estoy atrás.»

José Luis Depieri, el propietario de La Providencia, tuvo un par de recuerdos que una victoria como la del Derby es capaz de traer, cuando se le preguntó por el valor de esta conquista: «Fue una providencia divina -bromeó, pero sólo un poco-; pasaron muchas cosas este año y hay que disfrutar. La Providencia es una creación de mi papá [Antonio] y es muy grato volver a ganar una carrera tan importante trece años después». La referencia es al Nacional 2002, cuyo héroe fue Freddy. «Ésta es una felicidad por el equipo, que marca la diferencia. Por Altair, Pedro Nickel, Oscar López…»

El stud festejó por su gente, pero sobre todo por Altair y Hi Happy. El crack humano y el equino, unidos como un centauro, alcanzaron lo que parecía imposible.

Fuente: Gustavo González (lanacion.com) · Fotos: Canchallena y Pura Hípica.